Felicidad Ceteris Paribus (2)
Retomando el tema de la Felicidad desde el punto de vista de la economía hace necesario recordar que siempre se tiende a asociar el Bienestar de las personas con su nivel de ingreso, por ello los Estados tienden a propiciar el crecimiento económico en aras que sus ciudadanos sean más felices o alcancen la felicidad.
Sin embargo, se parte de una premisa errónea al creer que el dinero y la felicidad tienen un vínculo irrompible y directo. Si bien es cierto que para alcanzar el bienestar debe existir un mínimo de necesidades cubiertas y que ello implica la existencia de dinero para sufragarlas, también se sabe que medir la felicidad considerando como único parámetro el ingreso per-cápita constituye un error que ha llevado a la gran mayoría de los países a formular políticas públicas dirigidas a hacer crecer sus economías en términos cuantitativos, dejando de lado elementos cualitativos e intangibles que son en realidad los más importantes y necesarios para sus ciudadanos.
¿De donde surgen las primeras ideas sobre la felicidad?
Posterior a las corrientes filosóficas de Aristóteles, Santo Tomás y otros sobre lo que realmente significa la felicidad, comienzan a presentarse planteamientos importantes que asumen que la misma debe ser considerada como un derecho humano inalienable, tal como la vida o la libertad, en palabras de Thomas Jefferson y plasmado en la Constitución de los Estados Unidos. También en la Constitución de Cádiz de 1812, se hace referencia al tema y se le presenta en los siguientes términos: “el objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”
Por su parte, Simón Bolívar en su célebre Discurso de Angostura del 15 de febrero de 1819 plantea que: “El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”
Todos estos postulados y muchos otros que se iban añadiendo sobre el tema de la felicidad, al final concluían que la misma, independientemente que se entendía como una percepción personal, una vivencia individual; era necesario que el concepto fuese asumido por los Estados como una responsabilidad de política pública, generando las condiciones, necesarias y suficientes para que las personas pudiesen experimentar y auto-realizarse en un entorno adecuado, bajo unas condiciones óptimas y que al final eran los mismos ciudadanos quienes tenían la decisión final sobre su vivencia. Es decir, el entorno no determina el logro de la felicidad, pero pudiera impedirlo en caso que las condiciones sean adversas en términos de oportunidades.
El caso Bután y la comisión Stiglitz-Sen
Por otra parte, basado en la premisa que el Estado es el responsable de generar las condiciones para que sus ciudadanos puedan alcanzar la felicidad y que no necesariamente esta última tiene relación directa con el crecimiento del PIB, en 1972 el entonces rey de Bután Jigme Singye, propone que su país, considerado pobre en términos de crecimiento económico, sea también medido en base a indicadores cualitativos y plantea el FIB: Felicidad Interna Bruta como mecanismo complementario al indicador cuantitativo de crecimiento económico, para valorar la calidad de vida en términos más holísticos y psicológicos.
Más recientemente, en 2008, el entonces presidente de Francia Nicolás Sarkozy, convoca a dos economistas Premio Nobel, Joseph Stiglitz y Amartya Sen para crear una comisión dirigida a darle un sentido cualitativo a la información estadística en los siguientes términos:
“…determinar los límites del PIB como indicador de los resultados económicos y del progreso social, reexaminar los problemas relativos a la medición, identificar datos adicionales que podrían ser necesarios para obtener indicadores del progreso social más pertinentes, evaluar la viabilidad de nuevos instrumentos de medición y debatir sobre una presentación adecuada de datos estadísticos…”
Finalmente, en 2011 la Organización de Naciones Unidas adopta por unanimidad la resolución «La felicidad: hacia un enfoque holístico del desarrollo» partiendo de la base que:
“La búsqueda de la felicidad es un objetivo humano fundamental y se invita a los Estados miembros a crear políticas públicas orientadas a este fin”
Es decir, se retoma lo planteado por Jefferson, la Constitución de Cádiz, Bolívar y el Príncipe de Bután acerca de la responsabilidad que tienen los Estados en crear políticas públicas cónsonas con las aspiraciones de sus ciudadanos: ser felices.
En el próximo artículo: ¿Se puede medir la felicidad?