La felicidad: ¿Una decisión o un derecho?

La felicidad: ¿Una decisión o un derecho?

«Hasta la vida más feliz no se puede medir sin unos momentos de oscuridad, y la palabra feliz perdería todo sentido si no estuviese equilibrado por la tristeza. Somos capaces de saber lo que es la felicidad porque hay momentos en que no lo somos, cosa que nos permite valorarla»

Carl Jung

El ser humano por naturaleza siempre buscará hacer, ser y estar donde se sienta bien, ese «sentirse bien» se ha relacionado desde tiempos inmemoriales con el sentimiento de felicidad, a tal punto que desde los grandes filósofos griegos y romanos hasta poetas, músicos y escritores han dedicado su vida a definir, explicar y entender esa emoción donde todo fluye y es perfecto.

Pero, poco a poco, la humanidad ha entendido que la felicidad no es solamente estar contento, reírse y disfrutar, algo que para mucho resulta hasta falso. No, tiene una perspectiva individual, pero también una perspectiva social y ambas tienen su punto de partida en la comparación cuando no nos sentimos bien, cuando no somos felices.

Es por ello que desde el año 2012, luego de aprobarse por unanimidad la Resolución 66/281 de la Naciones Unidas y decretándose el 20 de marzo como Día Mundial de la Felicidad, el bienestar asciende a la esfera de las políticas públicas de todos los países.

Y es que la felicidad no es un tema «fancy», con flores de colores y unicornios voladores, no. La felicidad tiene ciertamente un componente personal, pues es por encima de todo un concepto subjetivo, habrá tantas definiciones de felicidad como habitantes tiene el planeta; pero también tiene una dimensión sociopolítica que la convierte en un derecho.

¿Eso significa que el Estado debe hacernos felices?

Si y no

En su perspectiva individual, la felicidad es por definición una decisión personal. Cada quien, a su manera, con sus gustos y preferencia construye su propio concepto de felicidad y de manera consciente, buscará tomar las acciones necesarias para ir en ese camino. Cada persona tiene una historia personal donde los momentos tristes (que nos permiten comparar para crear nuestra percepción de felicidad) nos van dando elementos para poder llegar a ese concepto personas.

Así que en esta dimensión, cada quien debe asumir su responsabilidad de ser feliz tan solo por el hecho que es una percepción muy personal, aunque claro está, siempre habrá elementos comunes en la nacionalidad, la raza o el idioma.

Pero

En lo que concierne a la dimensión colectiva de la felicidad, los gobiernos tienen una obligación como entes rectores del contrato social de generar y propiciar por medio de las políticas públicas adecuadas, las condiciones míminas para que los ciudadanos, desde su ámbito personal, puedan tomar de una manera mucho más sencilla aquellas decisiones que les permitan tener una vida feliz.

Entonces, el gobierno no tiene la «obligación» de hacernos felices, porque, además de falso, sería una promesa imposible de cumplir. Pero siguiendo una serie de políticas públicas dirigidas a crear oportunidades, acceso a la salud, educación, servicios públicos, entre otros, puede contribuir a que sus ciudadanos tengan una base mínima para ser felices desde su propia definición.

Visto así, la felicidad deja de ser algo inmaterial y a la vez lejano, porque un entorno más cónsono con esos requerimientos básicos haría mucho más intuitiva la toma de decisiones hacia la felicidad.

El derecho a ser felices, no como una aspiración poética sino como una obligación de los gobiernos, por ley, nos allana el camino para que la eleción de opciones sea cónsona con lo que nos hace bien.

Ciertamente, esto no es una garantía que todos los ciudadanos de un país van a ser 100% felices, porque la felicidad no es una obligación y problemas siempre van a existir, la economía nunca va estar en equilibrio y sin los sinsabores de la vida, jamás podríamos aprecias los buenos momentos donde nos sentimos bien, sin embargo, al elevarse la percepción de bienestar en el colectivo, los impactos positivos en la calidad de vida, son contundentes.

Entonces, queda por parte de los gobiernos del mundo, comenzar a cumplir, mediante estudios, leyes y decretos lo que referendaron en 2012, para hacer de la felicidad una opción real para que cada persona pueda entonces elegir su felicidad y sobre todo entender que no hay destino a donde llegar, sino un camino que transitar.

Ya no hay dudas, debemos tomar la decisión cada día y a la vez de exigir nuestro derecho a la felicidad

 

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