Lecciones de Neuroeconomía en Alicia en el país de las maravillas (1): Bébeme
Siempre he tenido especial fascinación por este cuento. Su historia hilarante, con giros inesperados y donde una niña es la heroína captaron mi atención desde la primera vez que lo leí. Tanto así que no me he podido desprender de su encanto y ahora que estudio la neurociencia aplicada a las decisiones económicas, sigo encontrando elementos en este libro.
Lewis Carroll escribió el libro «Alicia en el país de las maravillas en 1865, hace más de 150 años. Este cuento para niños que ha sido objeto de innumerables películas y adaptaciones tiene un trasfondo enigmático y encantador que va mucho más allá de la simple historia de una niña que se pierde en un mundo fantástico.
No es muy conocido pero esta historia ha generado aportes aplicables a la gerencia, la psicología, el conocimiento del cerebro, la neurociencia y ahora para la neuroeconomía. Esto es así porque el cuento es en realidad un viaje dentro del cerebro, con lo cual se muestra el comportamiento de importantes zonas y lo que ellas significan para el día a día de las personas.
En el artículo «Lo que Alicia en el país de las maravillas» te revela sobre el cerebro», David Robson desarrolla un interesantísimo análisis que me sirve de base para concatenarlo con los hallazgos de la Neuroeconomía y la Economía del Comportamiento.
Comencemos el viaje…
Bébeme
«Si me hace crecer podré coger la llave; y si me hace encoger, podré deslizarme bajo la puerta; así que de cualquier manera entraré en el jardín, ¡y no me importa lo que ocurra!»
En uno de los pasajes del libros, Alicia encuentra una poción con una etiqueta que dice «bébeme» y tras tomársela se encoge hasta medir sólo 25 centímetros. Y también hay un pastel mágico que produce el efecto contrario la hace crecer tanto que casi no cabe en la casa.
De acuerdo al artículo de Robson, estas escenas fueron las primeras en llamar la atención de los científicos, al punto que en 1955 un psiquiatra llamado John Todd se encontró con varios pacientes que aseguraban tener esa misma sensación de «alargarse como un telescopio».
Se descubrió que todos esos pacientes sufrían un transtorno neurológico que afecta a la percepción visual y que hoy se conoce como micropsia o síndrome de Alicia en el país de las maravillas (AIWS, por sus iniciales en inglés), un mal que afecta principalmente a niños.
Los diarios de Carroll revelan que sufrió migrañas, episodios que con frecuencia desencadenan en el síndrome. Y eso hizo a muchos especular sobre que el escritor se inspiró en sus propias experiencias, lo que ahora resulta evidente. Pero lo más interesante ha sido, todo lo que no escribió en el cuento y que hoy en día podemos extraer del mismo.
Desde el punto de vista de la neuroeconomía, captamos la realidad a través de la imagen que nuestro cerebro se hace ella, en primer término, por medio de nuestros sentidos (vista, gusto, olfato, oído y tacto), esto implica que lo que aparentemente es la realidad, pudiera no serlo o tener una interpretación para cada persona.
Como en el caso del cuento de «Alicia en el país de las maravillas», la percepción de los objetos luego que la niña bebe la poción, cambia radicalmente. Sin embargo, independientemente de la visión que en ese momento la protagonista de la historia tenía de la realidad, en su interpretación de la misma entraban en juego la intuición y la subjetividad, elementos no racionales que condicionan el proceso de toma de decisiones y que abarcan desde emociones, factores exógenos y endógenos hasta la memoria o recuerdos, que hacen que se tenga en primer término un objeto real, luego un objeto percibido por los sentidos y un tercer objeto interpretado por los factores antes mencionados que viene a ser el definitivo. Alicia veía las cosas desde su marco referencial.
Por ello es que lo que los seres humanos denominamos «realidad» no tiene que ser la misma para para cada uno y en este cuento, esa realidad es aparentemente distorsionada por factores exógenos, en este caso, la poción o tal vez alguna droga (¿?)
Ahora bien, sin caer en juicios morales, se sabe que nuestros ojos son capaces de captar ciertas ondas electromagnéticas (el aspecto visible) y transmitir esa información hacia la parte posterior del cerebro, la corteza occipital a través de una serie de conexiones que van aportando nuevas propiedades a las imágenes que se percibían en un momento inicial. Luego, la imagen que se ha formado en nuestro cerebro sobre la realidad en las cortezas occipitales vuelve a ser transmitida hacia otras regiones cerebrales que le van aportando información sobre lo que esas imágenes significan para nosotros.
De este modo se asocian recuerdos, vivencias pasadas e información que tenemos y que nosotros mismos no recordamos. Toda esa información filtrada es la que al final utilizamos para tomar decisiones, sin embargo, existen una serie de errores de percepción y sesgos cognitivos que pueden incidir de manera directa activando cualquiera de los dos sistemas de decisión que se tienen a nivel de cerebro y que pueden significar el tomar o no una determinada decisión, que desde el punto de vista económico puede tener implicaciones directas sobre los niveles de consumo e inversión.
En el caso del «Bébeme» de Alicia, su sistema de de recompensa cerebral fue activado con el núcleo de accumbens y se generó una decisión que afectó su percepción interpretando por medio del sentido de la vista una serie de acontecimientos que dieron lugar una novedosa y particular realidad. También se estimularon neurotransmisores como la serotonina y la dopamina que le generaron una sensación de placer y emoción. Este mismo proceso de activación es el que experimentamos todos al momento de decidir si ejecutamos una decisión acerca del consumo de un bien o no.
En próximos posts iremos presentando más Lecciones de Neuroeconomía en Alicia en el país de las maravillas.