La insoportable levedad del Petro
“Los amores son como los imperios: cuando desaparece la idea sobre la cual han sido construidos, perecen ellos también”
Milan Kundera
En un país devastado por casi veinte años de aplicación de las peores políticas económicas de su historia, con caída cercana al 50% del PIB en cinco años y la segunda hiperinflación del siglo en el planeta, el gobierno bolivariano, lo hace de nuevo y no deja de sorprendernos: en vez de ocuparse por resolver la pobreza y la indigencia por ellos creada, que crece minuto a minuto, se le ocurre nada más y nada menos que crear una criptomoneda a la que denominan Petro.
Sin ahondar en las razones (en muchos casos bien oscuras) acerca de la selección del nombre del instrumento financiero, lo que realmente preocupa es la levedad con la que se decantan por una opción que no es acorde, ni mucho menos, con lo que ocurre en el país.
Se decide de manera irresponsable comprometer los recursos naturales que están en el subsuelo para embarcarse en proyecto mil millonario que solo busca beneficiar (Oh! sorpresa) las ya bastante abultadas cuentas de los miembros de la nomenklatura bolivariana. El Petro es, en resumidas cuentas, un mecanismo financiero para evadir las sanciones a las cuales está sometido el país producto de los desmanes del actuar revolucionario.
Pero más allá, se instala y organiza un aparato burocrático, comunicacional y técnico que trabaja para apuntalar una moneda virtual cuya esencia es completamente contraria a lo que plantean las criptomonedas, en virtud de la presencia de controles gubernamentales y cuya base es la compra/venta, el tan odiado y despreciado sistema capitalista, que califican de salvaje. Una contradicción tras otra.
Es así como vemos un gobierno superficial, que maquilla la pobreza con bonos, cajas de comida o morrales tricolor. Prefiere gastar en populismo electoral que asumir la reconstrucción de una economía que cada día produce menos, construida sobre una ideología fracasada que solo ha servido para eternizar gobernantes mediocres sobre ciudadanos empobrecidos.
Ahora bien, el Petro nace con plomo en el ala. La confianza que es el soporte de las monedas virtuales, es el elemento del que más adolece la nueva excentricidad bolivariana. Y es que no es poca cosa que un gran número de personalidades revolucionarias estén sancionadas y tengan bienes congelados en varios países. Tampoco es tontería que la institucionalidad que dice respaldar este instrumento financiero tenga el eslogan de «Narcogobierno». Entonces, con estos elementos en contra, pero al ser el Petro la última esperanza de acceder a recursos financieros, el gobierno tiene que ingeniárselas para darle legitimidad y simular acercarlo a su «pueblo» para lo cual desde el mes de marzo ha comenzado a emitir diversas resoluciones en las cuales prácticamente obliga a todos los venezolanos a tener que aceptar esta moneda, que incluso viola la CRBV al pretender imponerse como de curso legal.
Entonces, al golpeado y ultrajado sector privado nuevamente se le imponen condiciones para ejercer su actividad, ahora algunos de ellos y próximamente los demás, deberán realizar transacciones con Petros, lo cual implica para las empresas costos transaccionales para poder dar cumplimiento al nuevo capricho revolucionario: personal especializado en la materia, adopción de tecnologías nuevas en un país con un alto nivel de atraso en estos temas y con poco o nulo acceso a divisas. Esto sin considerar las sanciones a las que se ha sometido al Petro como criptomoneda por parte de Estados Unidos y una Ley de Costos que posiblemente le impida trasladar estos nuevos gastos a los precios. Los empresarios no la tienen fácil con la criptomoneda bolivariana que quiere suplantar al dólar estadounidense.
Entonces en esta novela en que se ha convertido la economía venezolana, donde nada parece tener sentido, donde la credibilidad del gobierno es casi tan nula como el valor del bolívar (llámese fuerte o soberano), donde la indigencia es una postal recurrente para todo aquel que sale de su casa, entonces las decisiones de política económica se dirigen a aumentar el gasto público de forma irresponsable en vez de optimizar los pocos ingresos que se obtienen, donde se le hace creer a la gente que no tiene ni para cubrir sus gastos de subsistencia que puede ganar dinero en un mundo de monedas virtuales que le resulta en realidad ajeno, con un tecnicismo anglosajón inaccesible, un espejismo, una estafa que solo va a beneficiar a los socios rusos y a los panas chinos y lógicamente a quienes quieren mantenerse en el poder a toda costa.
Al final, el Petro será de corta duración y sucumbirá conjuntamente con la Revolución Bolivariana, porque la idea sobre la cual ha sido construido tiene el mismo origen, a pesar que su logo y la política comunicacional del gobierno intenten disimularlo.