Decisiones irracionales: la economía imperfecta de Richard Thaler
“Cuando las leyes de la matemática se refieren a la realidad, no son ciertas,
cuando son ciertas, no se refieren a la realidad”
Albert Einstein
El otorgamiento del Premio Nobel a Richard Thaler no hace más que confirmar lo que se inició en 2002 con el Nobel de Daniel Kahneman: la ciencia económica continúa trascendiendo sus propios límites, rompiendo paradigmas. Cada vez es más evidente el derrumbe del concepto del homo economicus utilizado en la escuela neoclásica para modelizar el comportamiento humano basado en la racionalidad, en el procesamiento predecible de una abundante cantidad de información que de antemano conoce y su sustitución por un individuo que incorpora sus emociones al momento de tomar decisiones que también son imperfectas e irracionales.
En lo personal este reconocimiento, sencillamente me encanta porque sobre la Economía se construyeron infinidad de modelos matemáticos basados en la supuesta racionalidad implícita del homo economicus al punto que en el siglo XX, la teoría de la elección racional de Lionel Robbins se convirtió en el centro de la teoría económica, consolidando el término e incorporándole al comportamiento racional características de superpoderes dirigidas a alcanzar el máximo bienestar posible bajo unas oportunidades y restricciones dadas, que abarcaban desde aspectos institucionales hasta naturales: las decisiones eran perfectas, así como los mercados donde se ejecutaban.
Sin embargo, muchos economistas, incluidos el padre de mi amada macroeconomía John Maynard Keynes, consideraban que este concepto dejaba de lado tres elementos centrales en el proceso de toma de decisiones económicas: la incertidumbre, el riesgo y la racionalidad limitada. Había algo que no cuadraba en la ecuación, faltaban nada más y nada menos que las emociones. Y como se ha venido comprobando con el apoyo de la neurociencia, sin emociones no hay decisiones.
A pesar de todo y paralelo a las críticas y objeciones, la economía como ciencia siguió avanzando y en ese camino se construyeron modelos matemáticos sobre la premisa de agentes económicos maximizadores de beneficios y utilidades. Modelos que obviaban elementos básicos de la teoría de la decisión: los más de ciento cincuenta (150) sesgos cognitivos, los errores de percepción y los marcos referenciales que pueden incidir de manera directa en la «libertad de elegir».
No obstante, los hallazgos de Kahneman conjuntamente con Vernon Smith, abrieron nuevas posibilidades de análisis y complemento de los modelos económicos, esta vez basados en la denominada teoría de las perspectivas (prospect theory), que postula que los individuos toman decisiones, en entornos de incertidumbre que se apartan de los principios básicos de la probabilidad y se sustentan en los atajos heurísticos los cuales activan el sistema cerebral de aversión a la pérdida y ello evidencia las asimetrías del proceso de toma de decisiones económicas y su carácter no racional.
Siguiendo esta línea, Richard Thaler considera que la ciencia económica debe volcarse a su esencia, que no es otra que el estudio de la conducta de los agentes y que los modelos económicos basados en la racionalidad necesariamente deben ser mejorados puesto que parten de un supuesto que al ser contrastado en la praxis deja en evidencia la presencia de errores sistemáticos que pueden (y de hecho lo hacen) interferir en la formulación de la política económica.
Por lo tanto, al analizar la eficiencia de los mercados, Thaler concluye que los mismos no pueden ser catalogados como “perfectos” debido a la presencia de las asimetrías de la información que tienen una incidencia directa en el nivel de los márgenes de intermediación de los agentes económicos y considera fundamental incorporar elementos de la psicología tales como el modelo de decisión intertemporal y los aportes de Kahneman con la teoría de la racionalidad limitada, por citar algunas.
Pero quizá la contribución más interesante de Richard Thaler ha sido que la formulación de las políticas públicas debe basarse en la evidencia empírica para garantizar el éxito en su aplicabilidad. En este sentido, la forma de hacerlo es mediante los denominados “nudges”, pequeños cambios en los sistemas de incentivos que pueden producir enormes modificaciones en comportamientos sociales agregados. Estas políticas están estructuradas considerando la irracionalidad de los agentes económicos, por lo tanto, son ejecutables y factibles.
De esta forma, la ciencia económica evoluciona a propuestas mucho más cercanas a la gente porque considera un entorno real, donde las decisiones son asumidas bajo unas premisas cargadas de cotidianidad irracional, pero ciertamente, mucho más parecido a lo que viven los agentes económicos, por lo tanto las acciones de políticas públicas tienen mayores posibilidades de contribuir con la solución de los problemas y elevar la calidad de vida de los ciudadanos.
Decir que Thaler humanizó la Economía sería un contrasentido y a la vez una injusticia con todos los valiosísimos aportes de siglos de historia económica, sin embargo, se ha consolidado una rama de la economía que intenta presentar una economía verdadera, un caos irracional.